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La mesa WIM combina el esquema del tablero sobre borriquetas con una actitud distinguida

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Fabricantes:

Maderas agulló (carpintería), Cholo (barniz muñequilla), Talleres Tarema (estructura tubular lacada), Plásticos Humbrías (conteras articuladas y separadores)

Memoria:

Los arquitectos algo mayores cuentan que en sus heroicos comienzos (heroicos, en sus estudios de la Gran Vía y con delineantes, explícaselo a un millennial), no tenían ni para tableros, así que sacaban las puertas de sus marcos, les desmontaban el picaporte y las colocan sobre dos borriquetas. Se puede trabajar de pie (sin silla), o de día (sin lámpara), pero no sin mesa. Cuando llegué a mi stand vacío de la feria de Valencia, lo primero que hice fue montar unas patas y colocar el tablero encima, y a partir de ahí empezó la semana. En las obras, cualquier tablero mugriento es de gran ayuda: apoyo desde el que operar, la mesa de operaciones. “En el principio fue la mesa, y la mesa era con el trabajo, y la mesa era el trabajo”.

¿Qué mesa diseñar? Esa, la que mejor conozco, un tablero sobre dos borriquetas. Pero, ¿qué más?

El ancho: mayor de lo necesario, como esas bonitas puertas de hospital por las que puedes pasar con alguien del brazo. La longitud: suficiente para que entren seis personas bien, cuatro no demasiado solitarias y ocho de modo que a alguno “le toca pata”. El espesor: generoso, porque en él radica la distinción, su condición de “un buen pedazo de madera”. La altura: una pizca mayor de lo normal, para que dicho espesor no choque con los muslos al sentarte. Material: madera, con la veta continua en los pliegues, de cerezo, para enrosar el tono y diferenciarlo un poco del suelo. Barniz: mate y a mano, para dar rienda suelta al arte de la muñequilla del Cholo, que se luzca sobre tanta superficie lisa. Las patas: tipo borriquetas (o caballetes), invertidas, para jugar con esa idea a la que tanto vuelvo de “darle una vuelta” a los diseños ya existentes. La forma de la borriqueta: un entramado de tubo soldado y lacado, en el que nunca confluyen tres barras en el mismo punto (en parte para hacerle la vida más fácil al soldador y en parte por desconfianza ante su pericia), muy ligera, con las mínimas líneas inclinadas en ambas direcciones, y muy rígida, que mantiene el tablero inamovible a pesar del diámetro del tubo, de solo 18mm (“a quien triangula…”). Apoyo en el suelo: con conteras articuladas, ya que no hay barras verticales, y acabadas en fieltro, para arrastrar la mesa sobre la tarima sin esfuerzo y sin dañarla. Las fijaciones: con tornillería gruesa, de diámetro 5mm y rematada con separadores de plástico, unas piecitas que me recuerdan aquello de “eres más feo que una nevera por detrás”, frase clave para no descuidar los rincones ocultos, ya que las chapuzas, aunque no se vean, como diría el gran Óscar Mariné, «pesan sobre tu conciencia».