El biombo de Natalia

1.

A principios de los noventa trabajó en el estudio de mi padre y su mujer (Aurelia) una joven arquitecta llamada Natalia. No recuerdo su voz ni su cara. Apenas sí su silueta, moviéndose entre las mesas, las sillas y los flexos. El poso que Natalia dejó al irse adquirió con los años un aura casi mitológica, debido al modo en que siempre se habló de ella: sentidas palabras de elogio e incluso de contenida exaltación sobre su encanto y su buena disposición. Fue tal la cercanía en el trato que incluso vivió unas semanas en casa, y a cambio dejó un regalo que ha ocupado un lugar protagonista en el salón de las casas en las que vivió mi padre desde entonces y en las que he vivido yo.

Se trata de un biombo que diseñó y encargó a algún carpintero, construido a base de ochenta palos de escoba de madera, de tres centímetros de diámetro, unidos entre sí con unos cables de acero que los atraviesan. Puestos en vertical, todos ellos apoyan en el suelo, y sus longitudes variables dibujan una curva sinusoidal en la parte superior. Al enrollarse sobre sí mismo, el biombo adquiere estabilidad, y dependiendo de cuánto y desde qué parte se pliegue, se puede ajustar su longitud y su altura. Un esquema sencillo, de muy fácil manejo, formalmente versátil y siempre elegante. Lo tengo a mi lado mientras escribo, y cuanto más lo miro, más genial me parece.

He intentado contactar con Natalia para proponerle hacer juntos una versión más refinada de su biombo (hacerlo más ligero y explorar otras opciones de material y fijaciones), e intentar sacarlo a la luz. Pero después de casi treinta años, la única persona que podría ayudarme, Aurelia, no ha sabido hacerlo.

Lo siento dijo, no conservo nada del siglo veinte.

En el colegio yo era “el que dibujaba bien en clase” (aunque en la clase de al lado había un chico, Jaime, que dibujaba mucho mejor que yo), lo cual me llevó al más alto cargo público que he ostentado hasta la fecha: Delegado de Decoración del Aula. Una vez gané un concurso que consistía en hacer un dibujo sobre las normas a seguir en caso de incendio del colegio. Recuerdo estar delante de la hoja en blanco sin que nada se me ocurriera y miré al compañero de al lado (Isra) a ver qué hacía. Isra estaba dibujando un niño colocando un cartel de “no usar” en el ascensor, un profesor cargando con un bebé escaleras abajo, varias alarmas rojas sonando, humo por todas partes… Al ver su dibujo me lancé a hacer algo parecido, y al ser más hábil que él, terminé por llevarme el premio.

Quiero creer que si esta anécdota perdura nítida en mi memoria es porque de los múltiples caminos que unen un diseño con su fuente de inspiración, uno es el de identificar el potencial de algo que no ha sido exprimido del todo y buscar el modo de agotarlo. Pienso que la creatividad funciona de rebote, como una reacción ante un estímulo previo. “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”, decía Aroca (hablando de estructuras). En la Escuela solíamos decir que los alumnos se dividían en cuatro grupos: los que copian bien, los que copian mal, los que no se enteran de nada, y luego está alguno por ahí, que quizá, una vez, un buen día, va, y consigue decir algo inédito. “Que la inspiración te pille trabajando” traducido a “que la innovación te pille copiando”. Finalmente, que disfruto aireando los orígenes de mis muebles es el último punto de esta “explicatio non petita”. O, como diría un amigo, de «este escudo detrás del cual tiras las flechas».

Como no me he podido contener para meter mano al biombo de Natalia, casi me alegro de no haberla podido encontrar, no vaya a ser que ahora sea una mujer arisca y le disguste la idea. Cuando pensé en cómo bautizarlo, primero pensé en NATALIA LLÁMAME, por si lo ve publicado, pero se ha quedado en Biombo NATALIA, que suena de maravilla, y cuando me planteé cómo firmarlo vi clara la ocasión para hacerlo conjuntamente con alguien por primera vez. Confío en que daré con Natalia algún día, pero mientras tanto, como desconozco su apellido, me he inventado uno que se ajusta a lo poco que sé de ella.

Así pues, con todos ustedes:

El BIOMBO NATALIA.
Diseñado por Pablo Carballal y Natalia Buenagente.

PD. Justo antes de colgar este texto he vuelto a intentar contactar con Natalia… y esta vez sí lo he conseguido. Así que lo dicho arriba será revisado y la película continúa. Mientras tanto, como dicen los periodistas corruptos, «que la verdad no te arruine una buena historia».

2.

Finalmente conocí a Natalia. Escribí a su ex estudio, donde según Google aún trabajaba, y ellos le reenviaron mi email. En su cariñosa y sorprendida respuesta me adelantó la existencia de su amiga Tuska, “la verdadera autora del biombo” que para mi, tras tres décadas y un teléfono roto, apenas era un vago «creo que Natalia hizo el biombo con una amiga» de Aurelia. Quedamos los tres en mi casa, donde tengo los dos biombos. Me encantó verlas entrar en el salón y acercarse a ellos.

Entre cafés y los planos originales, amarillentos y hechos a Rotring, me explicaron la historia. El diseño original fue ideado por Tuska hacia 1990 y ella y Natalia se juntaron para tratar de sacarlo a la luz. Eligieron el nombre de «Hey Jude» y más tarde acordaron cambiarlo a «Manón», el nombre de la hija de Tuska. Lo llegaron a patentar juntas y fabricaron dos prototipos en madera de pino. El esquema estaba pensado para que con una sola línea de cortes salieran dos biombos, uno para cada una (yo hice que de un cuarto de tubos y con tres cortes saliera uno solo). También se hizo por encargo una versión mucho mayor, que se pintó de azul y sirvió de probador en Tokio, en un proyecto en el que Tuska participó. El pasado viajero del biombo, en algún lugar perdido de Japón estará ahora mismo. Intentaron moverlo por fabricantes de Barcelona y, ante la falta de respuesta, el entusiasmo por dar más pasos se les fue apagando, un sentimiento hacia los prototipos que conozco muy bien.

Aunque no se apagó del todo: al biombo que Tuska tiene en su casa le pasaba lo que al de mi padre: todo aquel que lo veía quería uno. Un goteo de elogios que dificulta abandonar por completo la idea de hacer más algún día.

“Haremos más biombos con nuevos materiales” Y en esas estamos, desvelando la jugada “como en las trilogías de Star Wars»: el presente, el pasado y el futuro, en ese orden.